y un loco me hacía señas para distraerme.
Trajo una escalera y un globo, un cuadro
y hasta un desayuno con merengues,
pero no te trajo.
Y cargué la luna sobre mi espalda
para colgarla del techo de mi dormitorio.
Ahora ella ilumina tus poemas como brasas
que me recuerdan tu corazón.