Diario de una jirafa
Día uno:
Estos días que he sido jirafa
han sido fantásticos. He visto mi vida chiquita y bonita.
Encontré otros colores en el horizonte y
algunas motas de polvo me acercaron noticias de la magia.
Comer hojas me trajo amistad con unos pájaros
que creyeron que los desalojaría de su horqueta en el follaje. Fue sólo un
malentendido. Ahora me cantan en la mañana y sus trinos me recuerdan la ventana
por la que me asomaba en mi otra vida.
No sé si volveré.
Día dos:
Hoy, que me queda poco tiempo de
esta vida confieso que he aprendido.
He aprendido que nadie es mudo
cuando llega hasta más allá de las palabras. He aprendido que no está sucio
quien con barro construye una casa, un refugio. He aprendido que el camino no
garantiza nada, solamente la búsqueda garantiza la sorpresa. He aprendido que
vivir sin valorar lo que se tienen, es sólo caminar sin conciencia.
El horizonte me regala el brillo
de la magia y la sabiduría de caminar siendo otra, respetando las necesidades
de otros, viendo la vida con otros ojos.
Día tres:
Último día como jirafa: Es difícil abandonar la postura de
un animal tan elegante, silencioso y pacífico. Algo de ella quedará en mí, algo
mío se irá con ella. Ya estoy practicando para el cambio porque ni a ella, ni a
mí nos gustan los cambios abruptos.
Las dos disfrutamos
de los pasos lentos, la brisa en la cara que nos recuerda la libertad y las
caminatas sobre el pasto mojado de la mañana. Pesaré las palabras de forma
diferente después de no tenerlas en la garganta. Mediré las distancias de otra
forma ya que depende del paso. Y especialmente volveré a esta vida a recuperar
los sabores que me regaló el amor. Volveré a pensarme y a inventarme, pero con
la sabiduría de su andar.